Un soneto que tuve que escribir en mi taller de poesía en 2018.

Nos conocimos tan pronto.
Mes de marzo, luna llena.
Enredados en silencio
la antípoda a una piedra
es mi cuerpo tembloroso
en tus manos hechas hiedra.
Hiciste algún gesto tonto
yo sonreí o hice una mueca.
-Vas a irte un día, lo sé.
Y un día seré una muerta.
Pasarían años fértiles,
los regamos con manguera.
Tuvimos casa, pez, niños,
te follaste a la niñera.
Y aunque aprendí a perdonarte
no mereciste la pena.
Así que me fui lejos, lejos
hasta el filo de la Tierra.
Y entendí: no hay de mi pecho
la Salida de Emergencia.
Y te eché mucho de menos
y recé a la Macarena
– ¡Que me lleven por delante
la alegría o las mareas!
Y aunque sí, me ahogué
oí risas de sirenas.
Porque el tiempo es un cristal
en forma de ocho y arena.
Y te muestra varias cosas:
siempre habrá playa y verbena
fiestas, cisnes, pelis, parques
luces, cielo y gente buena.
Y así nos desconocimos:
pleno enero, luna nueva.
Qué miedo tuve al olvido,
qué miedo a hacerme vieja;
a la extinción de Dios
a tu memoria atea.
Y aunque siempre querré al Sol,
siempre habrá un millón de estrellas.
Y aunque no vuelvas, amor,
soy, del amor, la manera.
Fuimos infinitos juntos,
fuimos infinitos mientras.
Por sentir mil terremotos
pagó un buen precio Pangea.
Y hacerme mayor ya sólo
creo que es no ser pequeña
Cuando tengas ochenta años:
yo pasé como un cometa.

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